lunes, agosto 07, 2006

Semejanzas Históricas



José Antonio Crespo

Horizonte Político

joseantonio.crespo@nuevoexcelsior.com.mx cress5501@hotmail.com

Tiempos de victoria

El historiador Juan Manuel Villalpando hace meses hizo un paralelismo entre los comicios de 1828, que ponían a prueba a la joven República Mexicana, y los de este año. Ha visto algunos parecidos sociales e ideológicos entre, por un lado, Manuel Gómez Pedraza, de clase acomodada y conservador —había sido realista como Agustín de Iturbide y Antonio López de Santa Anna— y Felipe Calderón (aunque originalmente lo hizo con Santiago Creel, de mayor pedigree social) y, por otro, entre Vicente Guerrero, líder insurgente de origen popular y liberal radical, y Andrés Manuel López Obrador. Esta comparación histórica, como todas, tiene sus límites, pero no es descabellada. El mandato del presidente Guadalupe Victoria (cuyo verdadero nombre era el de José Ramón Adaucto Fernández y Félix), iniciado en 1824, se inauguró con gran entusiasmo y desbordadas expectativas sobre lo que para México representaría la República. El prestigio de Victoria y la legitimidad de su Presidencia nutrían esa idea. De modo tal que muchos de sus contemporáneos suponían que el trabajo del primer presidente republicano sería fácil. No lo fue. Algo parecido sucedió con Vicente Fox, cuyo ascenso al poder representó un cambio histórico en favor de la democracia, que despertó grandes esperanzas y respaldo ciudadano. Pero ni Victoria ni Fox entendieron realmente el momento histórico que les tocó vivir ni la responsabilidad política que pesaba sobre sus hombros. Dice el historiador Timothy Anna al respecto: "Lo que quizá Victoria y otros líderes políticos ignoraban es que aquella era, sobre todo, una época de grandes cambios, algunos realmente revolucionarios, en una sociedad que aún no había decidido del todo qué era o qué quería ser" (Los presidentes de México).

"Los conflictos sociales y de clase que se habían mantenido a raya (y habían sido exacerbados) durante tres siglos de dominio colonial español, ahora tenían rienda suelta". También dichos conflictos fueron congelados por el régimen priista, pero no los resolvió. La llegada de la democracia —como la Independencia en 1821— abrió la puerta para que tales divisiones se hicieran presentes. "Eran los dolores inevitables y necesarios de una sociedad que creía y estaba internamente en muy distintas clases sociales, colores racionales, culturas, orígenes étnicos, lenguajes, religiones, modos de vida y sentidos de la identidad", dice Anna. En distinta proporción e intensidad, pero tales clivajes permanecen hoy, en lo fundamental, y han aflorado una vez más.

Ante el surgimiento de dos corrientes políticas antagónicas, el federalismo y el centralismo (que fueron asociados con liberales y conservadores), Victoria decidió intentar un equilibrio conciliador, lo que se tradujo en parálisis gubernamental más que en otra cosa. Además, un mal diseño institucional produjo un presidencialismo débil: "La iniciativa política no residía en el presidente… La presidencia de Victoria resultó débil debido, sobre todo, a que fue casi totalmente reactiva… Victoria quedó fuera del juego durante la segunda mitad de su presidencia (en buena medida por los resultados de la elección legislativa intermedia)". Con Fox sucedió algo semejante. No queriendo confrontar originalmente a los distintos partidos, optó por la pasividad, la complacencia, la apatía que, combinadas con un gobierno dividido y con un marco institucional hecho para condiciones políticas diametralmente distintas, quedó básicamente paralizado. La elección intermedia de 2003 representó un duro descalabro para su partido, con lo que prácticamente su administración terminó, para dormitar políticamente en su segunda mitad.

Ante el vacío de poder que dejó Victoria, las facciones decimonónicas empezaron a recurrir a trucos y artilugios no muy democráticos ni institucionales. Lo mismo que ocurrió luego de 2003, cuando Fox dio por inaugurada, casi oficialmente, la larguísima y desgastante carrera sucesoria. Victoria abandonó su posición conciliadora en favor de una de las facciones: la conservadora, que postuló en 1827 a Gómez Pedraza como su abanderado. Lo hizo por temor a la inestabilidad que podría representar el triunfo de Guerrero. Igual que Fox, quien utilizó su cargo para obstruir la corriente encabezada por López Obrador. En 1828, la polarización social e ideológica empezó a exacerbarse y se intensificó durante el proceso electoral: "La competencia por la presidencia entre Guerrero y Gómez Pedraza llegó a simbolizar las grandes divisiones sociales y étnicas que estaban en pugna". Algo parecido a la elección de este año, entre la izquierda popular (acusada de populista) y la derecha conservadora (tildada de elitista).

Gómez Pedraza ganó la elección por un estrecho margen, pero Guerrero denunció maniobras ilícitas y desconoció la elección como poco transparente y fraudulenta. Por lo cual, "toda fe en la capacidad de las elecciones para dirimir conflictos se hallaba empantanada en un mar de discordia". Guerrero terminó ascendiendo a la Presidencia por medio de un golpe. En el proceso actual no conocemos el desenlace. Hasta aquí llega la comparación entre una elección y otra. Pero algo que sí puede concluirse es que la imagen de Victoria "quedó arruinada por su inacción en los dos últimos años de su presidencia… que fue juzgada casi unánimemente como un fracaso". Su debilidad y torpeza política hicieron un gran daño al impulso republicano durante varios años después. Todo indica que más o menos lo mismo ocurrirá con la imagen de Fox respecto del actual esfuerzo democratizador. A la "etapa de la esperanza" que significó el gobierno de Victoria, le siguió una de desencanto, dice Anna. Algo en el ambiente nos dice que así pasará a la historia también.

0 comentarios:

Template information

Con tecnología de Blogger.

Comment